sábado, 10 de abril de 2010

Recuerdos Prestados

Cierra los ojos y mira la oscuridad.
Ése era el consejo que solía darme mi padre cuando de niña no podía dormir. Ahora no querría que hiciera eso, pero he decidido seguir su consejo. Miro fijamente la inmensa negrura que se extiende más allá de mis parpados cerrados. Aunque estoy tumbada y quieta en el suelo, me siento colgada del punto más alto que quepa imaginar ; agarrada a una estrella en el cielo nocturno con las piernas pendiendo sobre la fria y negra nada. Echo una ultima mirada a la mano que sujeta la luz y me suelto. Caigo, luego floto, vuelvo a caer y, finalmente, aguardo la tierra de mi vida.
Ahora sé, como sabía cuando era esa niña que espantaba el sueño, que detras de la pantalla traslúcida de los ojos cerrados hay color. Me provoca, me reta a abrir los ojos para impedir que me duerma. Destellos rojos y ambarinos, amarillos y blancos motean mi oscuridad. Me niego a abrirlos. Me rebelo y aprieto los párpados aun más para bloquear los puntitos de luz, meras distracciones que nos mantienen despiertos pero que son un indicio de que hay vida al otro lado.
Pero no hay vida en mi. Tendida al pie de la escalera, no siento nada. el corazón me late deprima; es el unico pugil que queda en pie en el ring; un guante rojo de boxeo se agita victorioso en elñ aire, negandose a rendirse. es la unica parte de mi que se procupa, la unica que alguna vez se ha procupado. Lucha por bombear la sangre que debe curarme, por reemplazar la que estoy perdiendo. Pero esta abandna mi cuerpo tan deprisa como llega, formando un profundo océano negro en torno a mi.
Deprisa, deprisa, deprisa. Siempre vamos con prisa, nunca vamos sobrados de tiempo. Siempre vamos tratando de llegar a alguna parte. Tendria que haber salido hace cinco minutos, ya tendria que haber llegado. El telefono vuelve a sonar y percibo la ironía. De haberme tomado mi tiempo, ahora podría contestar.
Ahora; no entonces.
Podria haberme demorado todo el tiempo del mundo en cada uno de esos peldaños. Pero siempre vamos deprisa. Todos, salvo mi corazón, que esta empezando a ralentizarse. No me importa demasiado. Me llevo una mano a la barriga. Si he perdido el bebé, y sospecho que asi ha sido, me reuniré alli con él. Allí .. ¿dónde? Donde sea. Él; una palabra sin corazón. Él o ella tan joven; en que iba a convertirse seguirá siendo una incógnita. Pero allí pobre mimarlo.
Allí; no aqui.
Le diré : Lo siento, corazon, perdona que haya echado a perder tus oportunidades , mi oportunidad, nuestra oportunidad de pasar la vida juntos. Pero ahora cierra los ojos y mira la oscuridad, tal como está haciendo mamá, y juntos encontraremos el camino.
Oigo un ruido y percibo una presencia:
-Dios mio, Joyce, Dios mio. ¿Puedes oirme, cielo? Dios mio, Dios mio. Señor, no, por favor, a mi Joyce no, no te lleves a mi Joyce. Resiste, cielo, estoy aqui. Papá esta aqui.
No quiero resistir y tengo ganas de decírselo. Me oigo gemir, un gimoteo como de animal que me deja pasamada, me asusta. Quiero decirle que tengo un plan. Quiero marcharme, sólo entonces podré estar con mi bebé.
Ha logrado que dejara de caer pero aun no he aterrizado. En cambio me ayuda a hacer equilibrios sobre la nada, a flotar mientras me veo obligada a tomar una decision. Quier seguir cayendo, pero el esta llamando a la ambulancia y me agarra la mano con tal furio que es como si fuese él quien se aferrara con desespero a la vida. Como si yo fuese cuanto tiene. Entre sollozos, me aparta el pelo de la frente. Nunca le había oído llorar. Ni siquiera cuando murió mamá. Me estruja la mano con una fuerza que jamás habría imaginado que su cuerpo viejo tuviera; recuerdo que en efecto soy todo lo que tiene y que él, una vez más, igual que antes, es todo mi mundo. La sangre sigue fluyendo a través de mi. Deprisa, deprisa, deprisa. Quizás esté yendo deprisa otra vez. Quizá no me haya llegado la hora.
Noto la piel áspera de una smanos viejas que estrechan las mías , y su intensidad y familiaridad me obligan a abrir los ojos. La luz me llena los ojos y entreveo su cara, una mirada que no quiero volver a ver jamás. Se aferra a su bebé. Me consta que he perdido el mío; no puedo dejar que pierda el suyo. Estoy tomando la decisión y ya comienzo a arrepentirme. Finalmente he aterrizado, estoy en la tierra de mi vida. Y aún así mi corazón palpita.
Incluso roto, sigue funcionando.

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