jueves, 5 de febrero de 2009


Cierro los ojos. Imagino donde estará. Que estará haciendo. Con quién. La intensidad de su sonrisa. El brillo de sus ojos. Imagino cada gesto. Cada pensamiento. Hace sol. Pero no me gusta. Entonces, imagino que el cielo se nubla de repente. Llueve. Cada vez me gusta más. Imagino cada detalle a su alrededor. Árboles. Carreteras vacías. Un parque casi solitario. Una cabina de teléfono. Y una parada de dónde estará resguardándose de la lluvia y el frío. Aún así lo imagino feliz Pero no conforme con eso. Me imagino a mi misma en la misma escena. Una aparición “imposiblemente” casual. Un reencuentro. Imagino nuestras miradas. Su expresión. Imagino risas. Una infinita fila de diálogos interesantes y no tan interesantes. Un beso. Dos, tres, hasta cien. Imagino que nos mojamos con la lluvia. Que nos da todo igual. Que somos felices. Imagino mariposas en el estómago. Imagino un Te amo, acompañado de miles de te quiero. Abrazos sin final. Imagino el frío aire y el calor de nuestros cuerpos. Imagino amistad, complicidad, amor. Imagino que me olvido de imaginar. Y entonces abro los ojos y todo desaparece. Él desaparece. Me siento sola otra vez. Pero extrañamente feliz. Porque sé que solo necesito cerrar los ojos para que vuelva, y sea solamente mio.

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