lunes, 16 de febrero de 2009


Holly hundió la nariz en el suéter azul de algodón y un olor familiar la golpeó de inmediato: un abrumador desconsuelo le cerró el estómago y le partió el corazón. Le subió un hormigueo por el cogote y un nudo en la garganta amenazó con asfixiarla. Le entró el pánico. Aparte del leve murmullo del frigorífico y de los ocasionales gemidos de las tuberías, en la casa reinaba el silencio. Estaba sola.

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